QUENETO

QUENETO
Es sabido que las culturas europeas y asiáticas arrancan de una etapa en que el hombre utiliza la piedra como principal material de construcción. Queneto, que descubrimos en el curso del año de 1935, parece que se origina de un estadio espiritual semejante, sin que esta afirmación signifique que identifiquemos las culturas europeas con las del Nuevo Mundo, especialmente las peruanas. Queneto da la impresión de constituir el conjunto de ruinas de más remoto origen hasta hoy conocidas en la región marítima del Perú.
UBICACIÓN
A pocos kilómetros de la hacienda Tomabal, en el valle de Virú, departamento de La Libertad, cerca de los primeros contrafuertes de la cordillera Occidental de los Andes, existe una pequeña quebrada que lleva el nombre de Queneto, nominación que le viene del cerro de cuya sima arranca. Este territorio constituye una de las típicas ensenadas de la parte alta de los valles costeros, constantemente modeladas por las aguas de aluviones que se llevan la arena y la tierra vegetal de la superficie, y la dejan cubierta de pedruscos de todos tamaños.
Estudios realizados inclinan a creer que estas alineaciones de grandes piedras y menhires hallados constituyen los monumentos más antiguos de las civilizaciones costeñas del Perú, siendo Queneto su mayor exponente.
En los alrededores se encuentran fragmentos de cerámica de diferentes tipos, y llaman especialmente la atención los restos de vasijas que ofrecen un pulimento rudimentario, los mismos que han sido clasificados como correspondientes a un período primitivo. Pero la más generalizada es la cerámica burda, sin pulimento alguno, de contextura gruesa, con grabados muy elementales, creaciones de las culturas más incipientes de la costa. Entre estos fragmentos existen también algunos provenientes de la cerámica mochica, lo cual es muy natural, ya que a poca distancia se encuentran trazas de edificaciones pertenecientes a esa cultura.
Aquí se encontraron grabados en cientos de piedras, pictografías interesantísimas que la incansable y destructora labor del tiempo no ha podido borrar. No es posible precisar cómo se hicieron estas pictografías, ni cómo ha podido perdurar a través del tiempo el color impregnado en la roca. Los dibujos son de un primitivismo que salta a primera vista. Este arte balbuciente representa por simples líneas los cuerpos humanos y sus extremidades. Las manos ofrecen a veces tres y cuatro dedos, vistas por el artífice que percibía la primera luz en las densas sombras que cercaban su espíritu. Y los ojos, la nariz y la boca, como en los dibujos infantiles, son representados con líneas y puntos en forma de simples esquemas. Se encuentran también dibujos de felinos en los cuales la conformación de la cabeza, los dos ojos colocados en un mismo plano, las patas simuladas por simples líneas, nos dicen bien claro del incipiente desarrollo de aquellos posibles iniciadores del arte peruano, que después alcanzaría un maravilloso desarrollo.
Los motivos más frecuentes en ellas son cabezas de seres humanos degollados; serpientes, cóndores y otras aves; estrellas rudimentariamente expresadas; hombres que adoptan distintas posturas y en cuyas representaciones ya asoma cierta idealización.
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Maarten van Hoek -