CRONOLOGÍA DE LAS CULTURAS COSTEÑAS

Ahora presentamos una periodización del origen de las culturas costeñas en el Perú. Esta escala es distinta de las que hasta hoy se han intentado formular, y es como sigue:
Primer Período.
Corresponde a la época que llamaremos megalítica o arcaica, y está representada por Queneto en el norte, Ancón en el centro y Arica en el sur del litoral. La ocupación de estos primitivos peruanos fue la pesca y la caza. Su arte se singulariza por el labrado de la roca y el uso rudimentario del colorido. Su religión consistió en el culto a la naturaleza, representada principalmente en especies de la fauna costeña.
Segundo Período.
Es la época intermediaria o de nexo, lapso de transición de una cultura embrionaria hacia otra bastante desarrollada. En ella se hacen presentes Cupisnique, Nepeña y Paracas en sus albores. Para mayor comprensión, se denominarán pre Cuspinique, pre Nepeña y pre Paracas. Los genitores de estas culturas han superado ya la etapa primaria de la caza y de la pesca, para arribar a la agricultura. Su arte en los ceramios y los textiles ofrece la técnica y motivos que más tarde han de lograr pasmoso desarrollo. Sus creencias hacen referencia a las fuerzas naturales como expresión de una divinidad.
Tercer Período.
En esta etapa, las culturas Cupisnique y Paracas adquieren su máximo desarrollo, y la de Nepeña, en pleno proceso de ascensión, influye en aquéllas. Paracas llega a dominar el colorido, mientras Cupisnique, la forma. Ambas definen los caracteres que les han dado personalidad en el imponente desfile de los pueblos que constituyen la historia del Perú. En este lapso se percibe dominante la influencia religiosa de Nepeña, y a la vez parece que este último pueblo es influido por las culturas del norte y del sur o viceversa. Igualmente, en el territorio que comprende el actual departamento de Lambayeque, parece que surge un pueblo vigoroso, práctico y de condiciones guerreras, que posteriormente logra destacarse en algunas artes como la orfebrería. Tanto, que sus aurífices fueron los mejores del Perú, ya que los trabajos que de ellos quedan son sencillamente acabados. Su agricultura avanzadísima permite a estos pueblos mantener una población numerosa y bien nutrida, dueña de un amable sentido de la vida. Sus creencias religiosas evolucionan hacia un animismo de gran base filosófica, y el felino se convierte en el símbolo del poder y en eje de la religión.
Cuarto Período.
Representa el auge y la desaparición meteórica de Nepeña, la plenitud de la obra creadora de
los mochicas y de los nazcas, ambos pueblos notables por el refinamiento de su sensibilidad que se exterioriza en todas sus artes (riqueza de color en los nazcas y realismo escultórico perfecto en los mochicas). El autor de esta obra ha encontrado en el Museo Nacional de Lima un vaso nasca con pictografías mochicas dibujadas sobre un fondo crema, que representa a los mensajeros –prueba de la coexistencia de estos pueblos–. En esa época, el arte costeño se sublima para, enseguida, culminado su proceso de perfeccionamiento sin posibilidades de renovación por la falta de contacto con otros pueblos de civilización distinta y más avanzada, entrar en la curva de su decadencia. Viene la regresión incluso de las costumbres, hecho que se trasluce en los vasos mochicas y nazcas, que reflejan una lascivia desapoderada, una libido insaciable en quienes inspiraron tales obras. Sus concepciones religiosas son de una sorprendente profundidad, hasta llegar a la interpretación de los modernos biólogos que encuentran en la naturaleza y todas sus manifestaciones una inteligencia superior admirable. Conciben la vida como una gran unidad que se hace ostensible en las mil formas que adopta la naturaleza, formas que parten de un solo principio. Lo animal y lo vegetal constituyen para ellos un solo mundo extraordinariamente vigoroso, cuya fuente es la tierra. En sus representaciones antropomórficas y zoomórficas intervienen siempre especies del mundo vegetal íntimamente unidas a aquéllas; en sus dibujos se ven hombres que surgen mediante una raíz de la tierra (tela de Paracas), la gran madre, y ofrecen atributos vegetales en los brazos y en otros miembros y órganos. La vida para ellos es una y múltiple: una en esencia; múltiple en apariencias.
Quinto período.
Es el de la decadencia de las grandes culturas del litoral. Chimú, Ica, Chincha y culturas intermediarias marcan los hitos de esta etapa. Los chimús, raza fuerte, áspera y eminentemente guerrera, conquistan a los mochicas y les imponen su arte, mucho más simple y menos rico que aquél, pero que a la vez recibe muy pronto la influencia de la estética de los conquistados. ¿De dónde aparecen los chimús? Seguramente del norte, sin poderse precisar su punto de origen. Es indudable que en la antigüedad peruana se generan dos olas invasoras en el norte: los mochicas, que conquistan todos los pueblos hacia el sur hasta el valle de Nepeña, y los chimús, que dominan hasta Pachacámac, más tarde. Es en el quinto período donde se observan, en el norte, los efectos de las influencias culturales de la cerámica tiahuanaco-costeña, que se presenta en los últimos períodos mochicas. De allí que veamos esparcidos a todos los lados de la costa norteña los ceramios tipo tiahuanacoide, que influyen decididamente en la cerámica y crean nuevas modalidades.
Sexto Período.
En esta época surgen en el escenario de la costa las figuras de los incas cusqueños y sus falanges guerreras. Los chinchas oponen tenaz resistencia al invasor y ésta es aún más tremenda y fiera de parte de los chimús, primero en Paramonga y luego en Santa, hasta que son reducidos al vasallaje al cortarles sus canales de irrigación, que los privan del líquido elemento y los sumen en una situación desesperada. Los incas respetan los usos y costumbres de los pueblos conquistados. El santuario de Pachacámac, en el que se rinde culto al sol y a Pachacámac (la divinidad que gobierna la tierra), se convierte en el principal centro religioso. Las artes costeñas influyen en las incaicas al ser trasladados al Cusco los mejores alfareros y tejedores yungas. La red de caminos de la costa se une a las grandes vías incaicas que atraviesan la sierra peruana a todo lo largo, pero en conjunto, la influencia incaica no deja huella apreciable porque dura muy poco, apenas si los gobiernos de Túpac Inca Yupanqui, Huayna Cápac y el muy corto de Atahuallpa, primera víctima de la conquista española.
Séptimo Período.
Durante este lapso, las culturas autóctonas del Perú sufren un definitivo eclipse para dar paso a la civilización cristiana de Occidente, que trae al Tahuantinsuyo a los hombres blancos de Francisco Pizarro, que han seguido el camino trazado por Colón en aguas atlánticas. España, heredera de la civilización grecorromana –esta vez en la cima de su poderío–, modifica el panorama físico y espiritual del Perú, y el indio se trueca en mestizo al fusionarse las sangres del conquistador y del conquistado. Fecundado el embrión, una nueva cultura empieza a germinar en América, cultura cuyos cánones se ciñen a los europeos para después recoger las influencias del medio ambiente y crear una cultura posiblemente distinta de la originaria del Mediterráneo, “mar de la civilización”.